Nunca he leído la biblia, bueno, sólo leía los versículos que las monjas me decían cuando iba a las clases que mi mamá decía que necesitaba; pero aparte de eso, como a los 17 años intenté leerla yo sola y sin influencias para tratar de entenderla a mi modo...no pasé del Génesis, me detuvo una sencilla razón: no me parecía que Dios tratara a los animales como "bestias" al servicio del hombre, además que apenas iba empezando y ya veía a Dios como el más rabioso de los dictadores, y el último ser que quisiera tener como padre.
Lo demás que conozco de este libro de leyendas lo conozco por fragmentos porque como hija, nieta, sobrina, prima, hermana y "ahijada" de católicos ha sido una obligación para mí toda mi vida ir a misa, oír sermón, hacer mi primera comunión, confesarme, confirmarme y toda la parafernalia que viene con el peso de haber nacido (más no elegido) en una familia católica.
Hoy tengo 21 años, y supongo que soy lo que ellos, y toda mi familia llamaría una hereje; y no es algo que me enorgullezca, pero tampoco me avergüenza. Quisiera creer en algo, pero no lo hago. No sé si algún día mi razón se doblegue y encuentre un punto de fe, pero de lo que estoy segura es que es gracias a esta seudoreligión, que la fe que pude haber tenido no sólo desapareció, sino que realmente nunca estuvo ahí. Es difícil creer en un ambiente atestado de mentiras, es difícil creer en alguien que prohíbe ver por tus propios ojos y pensar por ti mismo...pero aún más difícil que creer es saber.
Creer para mí es lo contrario de pensar o saber, y eso para mí no es nada.
Fernando Vallejo cuenta de una manera desinhibida, sarcástica y exacta las barbaridades de la iglesia, no sólo de la católica, sino de la protestante, del islam, y en general de estas llamadas religiones que en el nombre de Dios han querido dominar al mundo, aún a costa de la sangre de inocentes. Por supuesto que se centra y da título a su libro por la iglesia católica, pues sus crímenes han dejado más muertes en el mundo que todas las demás juntas, y es la que inexplicablemente sigue vigente hasta el día de hoy.
No sé si haya escrito este libro con la intención de crear polémica o no, no me importa, pero le agradezco que lo haya hecho basándose en lo que la iglesia no puede borrar o quemar en una hoguera por más que lo intente: la historia; y le agradezco también que al leerlo no haya tratado de aleccionarme, sino sólo de dar su opinión, como si lo escuchara en un café hablando de lo estúpida y vil que es esta institución y todo lo que se le relaciona. Le agradezco que me haya hecho sentir durante 317 páginas de lectura que no estaba sola con mis ideales.
LA PUTA, LA GRAN PUTA, la grandísima puta, la santurrona, la simoníaca, la inquisidora, la torturadora, la falsificadora, la asesina, la fea, la loca, la mala; la del Santo Oficio y el Índice de Libros Prohibidos; la de las Cruzadas y la noche de San Bartolomé; la que saqueó a Constantinopla y bañó de sangre a Jerusalén; la que exterminó a los albigenses y a los veinte mil habitantes de Beziers; la que arrasó con las culturas indígenas de América; la que quemó a Segarelli en Parma, a Juan Hus en Constanza y a Giordano Bruno en Roma; la detractora de la ciencia, la enemiga de la verdad, la adulteradora de la Historia; la perseguidora de judíos, la encendedora de hogueras, la quemadora de herejes y brujas; la estafadora de viudas; la que inventó a Cristoloco el rabioso y a Pedropiedra el estulto; la que promete el reino soso de los cielos y amenaza con el fuego eterno del infierno; la que amordaza la palabra y aherroja la libertad del alma; la que reprime a las demás religiones donde manda y exige libertad de culto donde no manda; la que nunca ha querido a los animales ni les ha tenido compasión; la oscurantista, la impostora, la embaucadora, la difamadora, la calumniadora, la reprimida, la represora, la mirona, la fisgona, la contumaz, la relapsa, la corrupta, la hipócrita, la parásita, la zángana; la antisemita, la esclavista, la homofóbica, la misógina; la carnívora, la carnicera, la limosnera, la tartufa, la mentirosa, la insidiosa, la traidora, la despojadora, la ladrona, la manipuladora, la depredadora, la opresora; la pérfida, la falaz, la rapaz, la felona; la aberrante, la inconsecuente, la incoherente, la absurda; la cretina, la estulta, la imbécil, la estúpida; la travestida, la mamarracha, la maricona; la autocrática, la despótica, la tiránica; la católica, la apostólica, la romana; la jesuítica, la dominica, la del Opus Dei; la concubina de Constantino, de Justiniano, de Carlomagno; la solapadora de Mussolini y de Hitler; la ramera de las rameras, la meretriz de las meretrices, la puta de Babilonia, la impune bimilenaria tiene cuentas pendientes conmigo desde mi infancia y aquí se las voy a cobrar.
Fernando Vallejo, La Puta de Babilonia, Planeta